Campo de experimentación para el análisis de abonos

El análisis de los abonos, único procedimiento racional y conforme con los principios científicos, no es arma que pueda usar por sí el labrador, para comprobar el valor del artículo que torna al comercio, o que él mismo se ha preparado en mayor o menor escala, porque exige conocimientos especiales, instrumentos y práctica de las operaciones químicas. Por eso el agricultor, dejando al cuidado del agrónomo y del químico la realización de los análisis, se limita a darse por enterado de sus resultados y a aprovecharse de ellos, pero además, y tanto para comprobar los datos del análisis como para resolver el problema económico de si el aumento de producción que haya de obtener con el empleo de un abono bastará para remunerarle suficientemente el capital empleado en dicho abono, puede acudir a una prueba directa bien al alcance de sus medios y de sus conocimientos, cual es la de organizar campos de experimentación.

Para ello se elige, en la parte de la finca cuyo suelo presente la composición media, un trozo de terreno, que se divide en parcelas, de un área por ejemplo, separadas por calles o bandas estrechas, para facilitar la observación; se disponen tantas parcelas como abonos se quieran ensayar más una que se deja como testigo; esta se queda sin recibir ningún abono y en cada una de las restantes se distribuyen los abonos que se tratan de ensayar uno en cada una; se dan después a todas las parcelas las mismas labores, se siembra la misma planta en la misma cantidad, en la misma época y sometiéndola después a los mismos cuidados, y el exceso de producción que en cada parcela obtenga sobre la que quedó sin abonar le indicará cuál el abono que debe preferir.

Valorado el exceso de producción dado por cada abono y deducidos los gastos que ocasione la compra, trasporte y distribución del abono, se podrá apreciar con toda precisión la ganancia o la pérdida que con cada abono se obtiene y así puede determinar el labrador, por sí mismo, el valor verdadero que para él tienen las materias fertilizantes y decidirse por las que le resulten más convenientes.

Los cambios de experimentación pueden servir para averiguar también cuál es el abono más conveniente a cada clase de cultivos, para lo cual pueden repetirse los experimentos en la forma indicada, pese variando las plantas hasta determinar cuál de todas las materias fertilizantes de que se puede disponer es la más conveniente para cada planta.

Resultado de todos estos conocimientos pruebas y experimentos es que existe ahora un arte completo de formular los abonos, es decir, de agrupar sus elementos según los resultados que se traten de obtener atendidas la composición del suelo y las exigencias del cultivo que se quiere favorecer.

El abono es, pues, esencialmente variable según las condiciones en que se encuentra la explotación agrícola y debe formarse de los elementos que falten al suelo y teniendo en cuenta las necesidades especiales de cada clase de cultivo. El abono debe ser pues complementario de la composición del suelo.

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