Brillar por su ausencia

Hacerse sumamente reparable la falta de una persona, o cosa, en alguna concurrencia o lugar, atendido al mérito que respectivamente entrañen una u otra.

Brillar por su ausencia es una locución que se ha hecho bastante común en nuestro idioma de algunos años a esta parte, pero que fue inventada por Tácito cuando, haciendo referencia a Casio y Bruto cuyas imágenes no se veían entre las que figuraban en las exequias de Junia, esposa y hermana respectivamente de aquéllos, dijo al final del lib. 3° de sus Anales: “Sed proefulgebant Cassius atque Brutus, eo ipso quod effigies eorum non videbantur”.

Es cierto que frase tan bella cuanto significativa pasaba a los ojos de las lenguas neolatinas como si nunca hubiera existido, hasta tanto que los franceses le dieron nuevo ser en el siglo xviii con motivo de honrar la memoria de Arnaud y de Pascal cuya biografía habían conseguido los jesuitas que se eliminara de la Histoire des hommes illustres por Perrault, y no lo es menos que por haber traducido ellos a su idioma dicho pasaje bajo la forma “briller par son absence”, hemos caído nosotros en la tentación de decir, brillar por su ausencia, que nuestros clásicos Alarnos de Barrientos y Sueyro tradujeron por el verbo resplandecer; pero, de todos modos, el verdadero origen es puramente latino, como queda suficientemente demostrado.

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