Aumento del ácido carbónico en el aire confinado

La respiración de los seres que viven en el aire atmosférico tiene por efecto, además del consumo del oxígeno, producir desprendimiento de ácido carbónico. La cantidad para un hombre adulto es de 44 gramos o de 22 litros de ácido carbónico por hora.

Los gases espirados por los pulmones contienen próximamente un 4 por 100 de ácido carbónico que reemplaza casi a un volumen igual de oxígeno; así cada espiración altera la composición del aire confinado y aumenta la proporción de ácido carbónico. A esta dosis de 4 por 100 de ácido carbónico con una reducción correspondiente en el oxigeno (cuya proporción desciende a 17 en lugar de 21 que es la normal), el aire se hace ya irrespirable.

Según Leblanc, lo que contribuye a hacer el aire más irrespirable es el alterarse la proporción o la relación normal entre el oxígeno y el nitrógeno.

La estancia de personas y de animales en un recinto limitado, no sólo aumenta las proporciones del ácido carbónico y del vapor de agua, sino que origina el desprendimiento de ciertas emanaciones animales que hacen que el aire se haga más pronto perjudicial, sobre todo en casos de enfermedad; por esta razón, en los hospitales se acelera la ventilación hasta dar 60 metros cúbicos de aire por hora y por individuo.

Las combustiones en espacios confinados son también un origen de alteración profunda en la composición del aire, que entonces se hace muy rico en ácido carbónico, a quien acompañan algunos otros productos de la combustión que varían naturalmente según la naturaleza del combustible, pero entre los cuales se encuentra casi siempre el óxido de carbono, cuya acción es muchísimo más tóxica que la del ácido carbónico: basta la mínima proporción de cinco milésimas del referido óxido de carbono para producir la muerte.

En las alcantarillas, pozos negros, letrinas sin ventilación, etc., se encuentra el hidrógeno sulfurado en cantidades muy notables, y es el que principalmente ocasiona los casos de asfixia que en los lugares referidos suelen presentarse; a este efecto contribuye también la gran proporción en que el nitrógeno se encuentra en esas atmósferas.

En el aire confinado de las bodegas donde se fermenta el mosto, y en general donde se produzca toda clase de fermentaciones alcohólicas, se encuentra el ácido carbónico en grandísima cantidad, como producto de dichas fermentaciones.

En el aire confinado de las minas, especialmente en las de carbón de piedra, se encuentra hidrógeno protocarbonado en proporciones bien manifiestas, de tal modo, que puede originar explosiones terribles cuando, mezclado con el aire atmosférico, se pone en contacto con un cuerpo en ignición; basta que una atmósfera contenga un octavo de su volumen de hidrógeno carbonado, para que se produzcan las detonaciones. Las fugas de gas del alumbrado en talleres, almacenes y toda clase de edificios, pueden ocasionar accidentes análogos.

En el aire confinado de las salas de los hospitales, de los anfiteatros de disección, de los mataderos, en algunas grutas, cuevas, cuadras y establos mal ventilados, y en general, en todos los lugares donde se verifican putrefacciones, se encuentran restos orgánicos de todas clases y gérmenes criptogámicos muy variados. El estudio de estas atmósferas bajo el punto de vista micrográfico, es sumamente interesante y muy moderno; los datos .que se poseen son todavía muy incompletos.

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