Astronomía china

Dice Laplace que no hay pueblo que registre en sus anales observaciones astronómicas utilizables más antiguas que las de los chinos: los primeros eclipses de que hacen mención sólo pueden servir en la cronología por la manera vaga en que se da cuenta de ellos; pero prueban, no obstante, que en la época del emperador Yao, más de dos mil años antes de nuestra era, se cultivaba la Astronomía en China como base de las ceremonias.

Confirma Biot el parecer de Laplace respecto a la antigüedad de la Astronomía china, cuyo carácter distaba mucho de ser teórico; se reducía a un conjunto de procedimientos de observación, de primitiva sencillez, aplicados según convenciones invariablemente fijas, para deducir resultados universalmente admitidos: todo ello fundado desde los tiempos más remotos del imperio y transmitido de edad en edad y título de ritos, para servir de regla, no sólo al pueblo, sino también a los soberanos, conservadores supremos de las leyes del cielo cuyos representantes son en la tierra.

Más adelante insiste el sabio astrónomo en el carácter práctico y gubernamental que presentó en China la Astronomía, pues fue siempre esta ciencia obra del gobierno; constantemente en oficio consistió en preparar, todos los años, con varios meses de antelación, el calendario imperial que transmitido por el Ta-sse, el gran historiador, a todos los grandes funcionarios del Estado, les daba las indicaciones que debían seguir para regular con uniformidad en todo el imperio, los trabajos administrativos, siendo el cuidado de instruirlos un derecho a la vez que un deber del soberano.

A cargo de la Astronomía corría también el advertirlo personalmente de los fenómenos extraordinarios que ocurrían en el cielo, para deducir de ellos los presagios favorables o desfavorables concernientes a su gobierno. Asimismo, movidos por estos dos intereses puramente prácticos, se ha visto en todo tiempo a los emperadores chinos fundar observatorios particulares en sus residencias, a cargo de astrónomos oficiales, y aun tomar parte personalmente en sus tareas, haciendo que se lea diera cuenta de ellas periódicamente, celebrando las principales fases del año legal con ceremonias públicas cuyo uso se ha conservado religiosamente.

Desde los tiempos más remotos observaban los chinos de un modo constante los pasos de los astros por el meridiano, fijando sus épocas por medio de clepsidras o relojes de agua; veintiocho estrellas repartidas por el cielo, y siempre las mismas, les servían como otros tantos signos fijos a los que se referían las posiciones relativas de los astros así observados. De esta única práctica, invariablemente seguida de tiempo inmemorial, han sabido deducir por sí mismos las duraciones medias de las revoluciones del Sol, de la Luna y de los planetas y los períodos de tiempo en que vienen a encontrarse esos astros en conjunción y oposición entre sí; reconocieron que el año solar es de 365 días y un cuarto, próximamente, y fijaron su principio en el solsticio de invierno; de modo análogo dividieron la circunferencia en 365 grados o partes, más un cuarto de grado.

Como por otra parte suponían que el movimiento propio del Sol, de occidente a oriente, era exactamente uniforme, claro es que por su cuenta describía ese astro, en un día, un grado chino, o según nuestros enunciados europeos 0° 59 8”,25 con muy corta diferencia. La idea de poner en relación la división de la circunferencia con el número de días y fracciones de día comprendidos entre dos pasos sucesivos del Sol por el mismo solsticio es peculiar de los chinos, sin que se halle ejemplo de ello en ningún otro pueblo. Este hecho, según Mr. Biot, unido a otros muchos, justifica que los chinos en su aislamiento inventaron por sí mismos las prácticas y reglas particulares de que se compone su Astronomía, sin haber recibido nada de las demás naciones.

Dividían el año solar en cuatro fases cardinales o estaciones de igual duración, teniendo cada una de ellas sus límites extrema simétricamente repartidos alrededor de los equinoccios y solsticios medios, y cada estación en tres intervalos iguales llamados tchong-ki, conteniendo cada uno 30 días y 14/32, es decir, poco más de una lunación; su año civil era lunar, concertándolo desde muy al principio con el año solar, haciendo uso del período de 19 años solares o 220 tchong-ki que correspondían exactamente o de un modo muy aproximado a 235 lunaciones, lo cual era precisamente el mismo período luni-solar que introdujo Metón, más de diez y seis siglos después, en el calendario de los griegos.

Notemos, por último, que sin ciencia alguna, sólo por la antigüedad y constancia de en método de observación, llegaron, hacia el año 206 de nuestra era, a reconocer el fenómeno de la retrogradación de los puntos solsticiales equinocciales.

Las primeras observaciones chinas de utilidad para la Astronomía, se deben a Tcheukong, príncipe que vivió por el año 1100 antes de la era cristiana; dos de ellas comprenden medidas antiguas de sombras meridianas obtenidas en la ciudad de Lo-Yang, en ambos solsticios, con un gnomon de ocho pies chinos. Demostró Laplace con cálculos ciertos que la latitud geográfica y la oblicuidad de la eclíptica que se deducen de las longitudes de las sombras, se aplican con exactitud notable al lugar y a la fecha en que la tradición supone que se efectuaron las observaciones.

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