Arteritis crónica o arteriosclerosis

Denominase también endarteritis crónica deformante o ateroma de los vasos.

Es afección propia de las edades avanzadas, y con frecuencia se la considera en la vejez como una de las degeneraciones propias de la senectud. Son, además de la edad, causas de la endarteritis crónica, el alcoholismo, la sífilis, la gota, la nefritis crónica, el reumatismo articular, y la intoxicación crónica por el plomo. Los hombres son más frecuentemente ateromatosos que las mujeres. Se observa en muchas familias una tendencia hereditaria evidente a padecer de arteritis crónica.

La Anatomía patológica enseña que el ateroma se limita casi exclusivamente a las arterias, y que es rarísimo en las venas. De las primeras, la que con más frecuencia y más intensamente se afecta, es la aorta, después las ilíacas y crurales, la braquial, la radial y la cubital, las coronarias y las cerebrales. Es muy raro el ateroma en la coronaria estomáquica, en la hepática y en las mesentéricas.

Presentan las arterias afectas, sobre su túnica interna, desigualdades y espesamientos, ya blandos, como de gelatina transparente, ya fibrosos, ya de consistencia ósea o caliza, en cuyo caso las arterias se presentan duras el tacto. Si la incrustación es extensa, la arteria entera se encuentra transformada en un tubo duro y rígido. Suele en algunos puntos desprenderse en detritus la capa superficial de los espesamientos o rugosidades, y entonces se produce una úlcera de los vasos.

La segunda consecuencia del ateroma cuando afecta una extensión considerable, es el aumento de resistencia que opone a la corriente sanguínea y el aumento de la presión arterial consecutivo, que es, además, reforzado por la pérdida de elasticidad de las arterias, lo que también contribuye a reducir la fuerza impulsiva de la corriente sanguínea.

El ventrículo izquierdo está casi siempre hipertrofiado, pues tiene que vencer mayores resistencias.

Del abultamiento de la túnica interna de los vasos de poco calibre, resulta muchas veces una disminución tan considerable del aflujo sanguíneo, que son inevitables modificaciones nutritivas de orden atrófico en los órganos (reblandecimiento cerebral, esclerosis renal).

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