Armas ofensivas de los animales

Las armas ofensivas, aunque bastante variadas, no son tan numerosas ni presentan tantas categorías como las defensivas. Por lo general, se reducen a piezas óseas, porciones de la piel o masas de pelos fuertemente endurecidos y colocados convenientemente para herir. Son de notar especialmente las uñas, los dientes, el pico y los cuernos.

Las uñas o garras van generalmente asociadas de fuertes dientes o de robustos picos, como se ve respectivamente en los mamíferos carniceros y en las aves de rapiña; pero casi no hay vertebrado que no presente con los dientes o sus equivalentes, armas ofensivas en mayor o menor grado. En algunos peces son las únicas armas que pueden considerarse, llegando a ser en ciertas especies verdaderamente terribles. Otro tanto puede decirse de muchas especies de reptiles, mereciendo particular mención los dientes movibles y acanalados de las culebras venenosas, que al mismo tiempo que hieren sirven para inocular en la herida la ponzoña que dichos animales segregan, constituyendo de tal modo este aparato una de las armas más temibles que se pueden considerar en el reino animal.

Los cuernos constituyen las armas ofensivas y defensivas de muchos mamíferos, tales como el toro, el alce, el gamo, etc. Semejantes a los dientes en sus efectos son las mandíbulas de muchos insectos y las pinzas de muchos crustáceos, con cuyos órganos se pueden producir picaduras muy dolorosas acompañadas en algunos casos de inoculación de producto venenoso.

Forman un grupo particular de armas ofensivas: el aguijón de muchos articulados, con el cual ocasionan picaduras dolorosísimas, inoculando muchas veces líquidos venenosos o por lo menos muy vexicantes.

Algunos animales presentan además órganos muy especiales para su defensa y para el ataque: tal es, por ejemplo, la prolongación en forma de espada de la mandíbula superior del Xiphias gladius (pez espada) o en forma de sierra en el pez sierra; los aparatos eléctricos que los gimnotos y las tremielgas presentan, la trompa del elefante, los brazos armados de ventosas de muchos cefalópodos, singularmente de los pulpos, el robusto apéndice de marfil con que el narval o unicornio marino ataca o se defiende.

La cola puede adquirir robustez y movilidad suficiente para ser arma temible en muchos casos, así sucede en los cetáceos y grandes peces, en muchos reptiles y en algunos mamíferos de gran talla.

Por último, el cuerpo entero es utilizado como arma ofensiva por muchos animales, singularmente por los de gran fuerza muscular, como las grandes fieras, y por los ofidios, que se enroscan en el cuerpo de sus presas, dificultando sus medios de ataque, asfixiándolas y estrujándolas.

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