Apoplejía y hemorragia cerebral

Atendiendo al elemento causal, los autores clásicos dividieron la apoplejía en sanguínea, serosa y nerviosa, según responda a una hemorragia o congestión encefálica, a una exudación de serosidad, o a la paralización esencial del influjo nérveo; pero como las investigaciones necroscópicas, cada vez más repetidas, mostraron la considerable frecuencia con que la apoplejía es la manifestación sintomática de la hemorragia cerebral, la escuela anatómica ha alegado a constituir con ambos elementos una unidad morbosa, cuya lesión es la hemorragia cerebral, y cuyo síndrome es la apoplejía; y en el lenguaje médico corriente, los términos apoplejía y hemorragia cerebral se usan como equivalentes.

Es necesario reconocer, sin embargo, que el concepto de apoplejía profesado por los médicos antiguos, es el exacto, pues basta para demostrar que la apoplejía es un complexo sintomático revelador de las lesiones encefálicas más diversas, y no la expresión sintomática constante de la encefalorragia, la simple consideración de que existen hemorragias cerebrales sin apoplejía y apoplejías perfectas como cuadro clínico, dependientes de otras lesiones que la hemorragia cerebral; lo cual se explica fácilmente si se tiene en cuenta que el ictus y el estado apopléjico no dependen precisamente de la lesión cerebral, sino de los efectos de esta lesión sobre el cerebro y sobre el conjunto del sistema nervioso cerebro-espinal.

Aun es error más vicioso de lenguaje la equivalencia que se ha querido establece entre apoplejía y hemorragia parenquimatosa intersticial, en cuyo sentido se dice apoplejía pulmonar, apoplejía renal, etc., lo que conduce a un tecnicismo impropio y confuso.

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