Aplicaciones de los acumuladores a la tracción

Podrán aplicarse los acumuladores en muchos casos y con ventaja, de lo cual hay ya ejemplos notables, a la tracción de los tranvías, a la navegación, a los caminos de hierro subterráneos y aéreos, a los carruajes particulares y a la aerostación.

Todas estas aplicaciones son en efecto naturales y sencillas, y ocurren desde el momento que se tiene un aparato en el cual están almacenados cierto número de caballos de vapor, bajo forma de energía eléctrica.

Toda máquina magneto-eléctrica o dínamo-eléctrica, movida por fuerzas exteriores engendra una corriente eléctrica; pero, recíprocamente, toda corriente eléctrica lanzada en un dínamo, es decir en una máquina magneto o dínamo-eléctrica, pone en movimiento ésta y desarrolla un trabajo efectivo, que dependerá del número de coulombs almacenados y de la fuerza electromotriz del acumulador.

De aquí resulta el siguiente procedimiento práctico: colóquese en el carruaje, en el tren, en el tranvía, de que se trate, una máquina dínamo-eléctrica, capaz de poner en movimiento a las ruedas del vehículo; o póngase en el barco o en el aeróstato en comunicación con la hélice, y ya tendremos resuelta la mitad del problema.

Si por otra parte tenemos un establecimiento central con su fuerza motriz correspondiente, máquina de vapor o caída de agua, y un número suficiente de acumuladores para el servicio que han de prestar, claro es que en dicha estación central se cargarán constantemente los acumuladores, y que a medida que vayan llegando trenes, carruajes o barcos, se retirarán de estos los acumuladores ya casi exhaustos, sustituyéndolos por los acumuladores recién cargados, los cuales, lanzando su corriente en los dínamos, pondrán en movimiento el vehículo.

Que la idea es sencillísima y que es fecunda, parécenos cosa evidente; que todavía está en germen y que ahora, por decirlo así, empieza el período experimental en gran escala, no hay para qué negarlo.

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