Aplicación del sistema de planos inclinados para los aeróstatos

Muchos inventores han aplicado el sistema de los planos inclinados a sus globos:

Merece ser citado el primero el barón Scot: su globo tenía la forma de un enorme pez, con doble cubierta; llevaba dos especies de vejigas natatorias, un timón que formaba la cola del animal y reinos que aceleraban su movimiento. Según el barón Scot, suprimiendo el aire de una de las vejigas natatorias, el globo se inclinaba en uno en otro sentido, y el aparato bajaba o subía por los planos inclinados marcados por el aeróstato. Publicados sus trabajos en 1789, las agitaciones revolucionarias de aquella época no le permitieron terminar sus estudios.

En 1801, Benin propuso otro aparato en que se aprovechaban las corrientes verticales de aire; pero su sistema no mereció la atención pública.

En 1849 un tal Petin proyectó un aeróstato en cuyo éxito se fundaron grandes esperanzas, que por desgracia para el progreso todas salieron fallidas. Se componía este sistema de un entarimado horizontal de madera, al cual iban sujetos una porción de globos esféricos, que hacían flotar el aparato en la atmósfera; de un conjunto de planos inclinados para dirigir los movimientos de subida y bajada del globo, y de grandes hélices propulsoras de este enorme aeróstato. El sistema que acabamos de citar no tuvo el éxito que esperaban su autor y sus numerosos partidarios.

Este fracaso no impidió que en 1851 Próspero Meller proyectara un nuevo globo fundado en el mismo principio. Este aeróstato, que su autor llamaba locomotora aérea, tenía la forma de un cilindro terminado en conos en sus dos extremos, llevaba dos grandes planos en la parte superior e inferior del aparato, y se movía a. impulso de hélices, las cuales podían dar posiciones inclinadas al globo con respecto al horizonte. Este proyecto también salió mal, como les sucederá a todos aquellos que no unan a los planos inclinados una gran fuerza motriz, que empuje al globo por los caminos atmosféricos.

A estos globos podríamos añadir otros muchos, propuestos por Mr. Olivier, Mr. Capazza, Mr. Duponchel, Mr. Repon-Grave; pero como ninguno de ellos tuvo éxito, creemos inútil explicarlos.

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