Es antiquísima en la Iglesia y data de la época misma de las persecuciones, pues los cánones llamados apostólicos, que representan la disciplina de aquella época, permiten a los agraviados recurrir al Primado de su provincia. El canon 51 del Concilio de Nicea las autoriza asimismo.

El Concilio de Trento tasó los casos en que no se admite apelación al metropolitano y luego el papa Benedicto XIV en su bula Ad militantes. El Concilio de Trento prohibió admitir apelaciones en los actos de visita, corrección y de inhabilitación que son los llamados ex informada conscientia. En los procedimientos ex informada conscientia tampoco cabe apelación al metropolitano en los dos casos que tasa el Concilio de promoción a orden sacro y crimen oculto, que ni conviene propalar, ni se debe seguir en juicio ordinario.

Sería anómalo que si el Obispo niega las órdenes a uno de quien tiene malos informes, hubiera de ordenarle a la fuerza por mandato del metropolitano.

Las circunstancias eran difíciles y aun más a veces las comunicaciones con Roma, los gastos grandes, las iglesias pobres, y los delitos y alzadas continuos. Por ese motivo era preciso terminar en la provincia los asuntos y las causas que allí surgían, sin perjuicio de consultar al Papa cuando se podía y en los graves y difíciles.

En el Concilio provincial de Sevilla, modelo de Concilios provinciales, en el siglo vii, San Isidoro con su Concilio provincial, resolvió la causa del presbítero Tragitano que había apelado de la sentencia de su obispo que le había condenado sin formalidad. Al mismo tiempo se fallaron cuestiones de límites, quejas de Obispos contra sus compañeros y otras a este tenor.

En cambio el Concilio VI de Toledo, nacional, anuló una sentencia de un Concilio provincial que había depuesto al obispo Habencio de Ecija. Hoy día los Concilios provinciales apenas se reunen y sólo entienden conforme a las disposiciones del Concilio de Trento, en las causas de faltas de residencia, y no judicialmente.

Volver a APELACIÓN – Inicio