Aparejo de bóvedas

Análogamente a lo que sucede en los muros no muy gruesos se aparejan las bóvedas de sillería, de modo que cada piedra o dovela ocupe todo el espesor de la bóveda, colocándose bien sea a tizón o a soga respecto al intradós.

Hay casos, sin embargo, en que este espesor es bastante grande para que no puedan alcanzarlo las dovelas, y entonces se colocan en cada hilada unas a tizón y otras a soga. De todas maneras conviene que el número de hiladas sea impar, formando la más alta la llamada de claves.

Haciendo uso del ladrillo, se pueden seguir dos sistemas distintos, que son el ordinario y el inglés. Adoptando el primero, y siempre que el espesor de la bóveda no exceda a la longitud de un ladrillo o de ladrillo y medio, se apareja cada hilada como en los muros; pero entonces, sobre todo si la bóveda es de pequeño radio, el espesor de las juntas en el trasdós resulta muy grueso, y hay que acuñarlo con delgadas lajas de pizarra o trozos de ladrillo introducidos en el mortero.

Si el espesor de la bóveda es mayor que el expresado, se forman varias roscas concéntricas, siendo el grueso de cada una, vez y media el largo del ladrillo; estas roscas sólo se unen entre sí por una capa continua de mortero.

El segundo sistema consiste en formar roscas concéntricas que tengan de grueso el ancho del ladrillo, hasta alcanzar el espesor que sea necesario y cualquiera que sea la curvatura de la bóveda. Se ligan entre sí cada dos roscas concéntricas, ya sea únicamente por la capa de mortero que comprenden, ya situando a intervalos una o dos hiladas de ladrillos a tizón.

En general se prefiere este segundo procedimiento, porque da una fábrica mucho más homogénea, y que produce menos asientos.

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