Antiguos procedimientos de fabricación del acero

Los procedimientos más antiguos para obtener el acero han sido el indio y el japonés, el chino y el de los primitivos europeos.

El método indio consistía en recocer el hierro, apagarlo varias veces hasta que adquiría la dureza del acero.

El método japonés consistía en disponer el hierro dulce en barras y éstas colocarlas en lugares pantanosos hasta que se cubrían de herrumbre y entonces las retiraban para batirlas de nuevo; luego las volvían a los pantanos donde permanecían ocho o diez años, hasta que el agua disolvía todas las sales; la parte de hierro que quedaba, semejante en sus propiedades al acero, es la que utilizaban para fabricar rejas de arados y otros instrumentos.

Los chinos han sabido desde muy antiguo hacer el hierro tan dulce que era susceptible de recibir todas la figuras e impresiones que se quisiesen como si fuese plomo, y después darle una dureza y tenacidad semejantes a las del acero.

Los primitivos europeos supieron también obtener el hierro y convertirle en acero por un procedimiento descrito por Agrícola.

En los siglos xvii y xviii, se obtenía ya el acero en Francia por un procedimiento más perfecto. Se elegía hierro crudo, blanquecino tirando a gris, el cual se colocaba en un fogón más profundo que los de las forjas ordinarias, colocando el hierro de tal modo, que la llama excitada por el viento se dirigiera a él y lo fundiese. Cuando el crisol se encontraba casi lleno de hierro fundido, se detenía el viento, dejando la masa en el mismo crisol a que se fuese enfriando poco a poco. Así que pasaba tiempo suficiente para que formase en la superficie del hierro fundido una costra sólida del espesor de una pulgada, se separaba el crisol del fogón, se separaba a su vez la masa vitrificada que quedaba sobre el metal y después se horadaba la costra sólida metálica para dar salida a la masa fundida. Esta masa así liquidada era trasportada seguidamente a otro horno donde se la calentaba de nuevo, pero sin necesidad de llevar tan alta la temperatura, puesto que entonces no había ya materia vitrificable que separar.

La parte difícil y que exigía más conocimiento, era saber cuándo se debía retirar el fuego, puesto que si la acción de éste se prolongaba más de lo necesario, se tenía entendido que el metal volvía a tomar las propiedades del hierro y perdía las del acero; y aun por mucha que fuese la habilidad de los operadores, sucedía siempre que una porción de la masa metálica conservaba siempre la naturaleza y propiedades del hierro, a causa de lo difícil que era el calentar por igual toda la masa.

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