Antecedentes históricos de la ablución

Los elementos etimológicos de la palabra ablución revelan el tránsito de su primer significado recto de limpiarnos materialmente de las impurezas tangibles, a la segunda acepción translaticia o simbólica de limpiarnos moralmente de las impurezas invisibles de nuestro ser psíquico.

Los salvajes en las primeras fases de la civilización practicaron materialmente lo que hoy practicamos en símbolo: ellos limpiaban a las personas y a los objetos sumergiéndolos en agua o rociándolos con ella, actos que de ordinario iban acompañados de ceremonias religiosas. Con el tiempo lo material fue desapareciendo, en todo o en parte, y lo moral y espiritual permaneció: proceso muy común en la historia de la humanidad. Calcular viene de calx calcis, cal; porque con pedacitos de mármol contaron los primeros calculadores; hoy el cálculo no necesita de piedrecillas para contar. Lustro que hoy significa espacio de 5 años, viene de lustrum, purificación que cada cinco años, después del censo, hacían de todo el pueblo romano los censores en el campo de Marte; y lustrum mismo viene de lucere, lucir, estar limpio, bruñido, con lustre; de donde lustración, sacrificio purificatorio; o en general, ceremonia por la cual quedaban moralmente limpios de sus crímenes las ciudades, los campos y sus habitantes o sus ejércitos. La misma palabra purificación no conserva hoy más que su significado simbólico, si puras viene de rup fuego, como piensan muchos etimologistas; y, a no ser así, purificar con el agua del bautismo sería una frase sin sentido racional.

Y la prueba más evidente de la significación práctica que tuvieron primitivamente ciertas ceremonias transformadas en símbolo, es que las lustraciones o purificaciones simbólicas se refieren, aún hoy en todos los pueblos, a épocas de la vida en que es necesaria una limpieza material y real. La ablución es un verdadero lavado en su sentido recto, así del recién nacido como de la madre después del parto; y también lo es en el caso del que tocó a un cadáver.

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