Algunos anisadores, sobre todo los que se dedican exclusivamente a la obtención de aguardientes anisados, no emplean el vino, sino los alcoholes, que anisan directamente por destilación con el anís.
Al efecto compran los espíritus de alta graduación; les rebajan con agua, y les añaden la cantidad de anís que se crea conveniente, llevando la masa líquida a la caldera de un aparato destilatorio, que generalmente suele ser muy sencillo.
Se practica en seguida la destilación, teniendo cuidado de separar las primeras porciones, porque darían al producto general mal olor y sabor.
En cuanto llega el aguardiente al grado deseado, se procura sostener en tal estado la destilación el mayor tiempo posible, y se separan las últimas porciones, porque resultan de un grado inferior al que se quiere. Tanto estas porciones, como las primeramente separadas, se añaden a la masa líquida preparada para otra operación, que se practica exactamente lo mismo.
Todos los procedimientos que quedan descritos tienen en mayor o menor escala, el defecto de no dar los aguardientes con la esencia de anís pura, por lo cual es preferible el anisado del alcohol al vapor.
Cuando se quiere trabajar en grande escala y obtener aguardientes anisados de primera, lo mejor es disponer un alambique ordinario de cobre estañado, compuesto sólo de caldera y capitel con cuello de cisne, con un serpentín situado en su interior para el calentamiento del producto por vapor; esta caldera lleva en su interior, y sobre el serpentín, una rejilla de cobre rojo estañado, para que el anís no sea quemado y pueda extraerse con más facilidad después de la destilación; también está provista dicha caldera de unas puertas de carga y descarga, de tubo de nivel, etc.
Haciendo entrar el vapor en el serpentín, entra en ebullición el alcohol de la caldera, cuyos vapores, cargados de esencia de anís, pasan al refrigerante donde se condensan. El alcohol que se emplee se elegirá de buena calidad, y se rebajará añadiéndole agua hasta el grado que se desee.
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