Alma, espíritu e inteligencia

El Aristotelismo, filtrando su sentido doctrinal en la Escolástica y en el Cartesianismo, contribuye a que en el estudio del alma racional se encuentre característica suya el pensamiento o inteligencia, el intelligere de Santo Tomás y el cogito de Descartes, que producen el lamentable abandono e imperdonable olvido de lo sensible y volitivo como elementos, que al igual de la inteligencia constituyen la realidad simple, aunque varia en sus manifestaciones del ser anímico.

Aquella significación genérica del principio de vida o de animación, del aliento que se lleva a cabo por medio de la función de la respiración, se refirió por la filosofía antigua a la palabra espíritu (del griego, aliento), expresando por amplificación también alma general o alma del mundo. Pero el espíritu humano, el alma, era expresada entre los griegos por la palabra (mariposa) y de ahí luego el nombre de la ciencia del alma, psicología. Y mejor aun por (mente, inteligencia) y entre los latinos mens y anima.

Así se observa cómo el lenguaje mismo obedece de una manera secreta a las evoluciones que sufre el pensamiento y cómo se van aproximando las dos ideas que laten en esta incoherencia de hipótesis, de que se ve plagada la filosofía antigua.

De todos modos resulta que modernamente se ha llamado espíritu lo que los griegos entendían por inteligencia (intelectualismo de Descartes), pues únicamente entre los latinos se usó alguna vez la palabra spiritus para significar todo lo moral del hombre.

Latente e implícita se halla en esta vegetación frondosa de ideas e hipótesis, que se van acumulando alrededor de estas dos palabras, todo el intelectualismo espiritualista, que ha de informar el sentido doctrinal del dogma cristiano, cuando la Escolástica consiga, dada la identificación del principio de vida con la inteligencia, conciliar las creencias cristianas con la filosofía peripatética.

Asombra a veces (hasta el punto de que puede muy bien declinar el pensamiento en el escepticismo) observar cuántas y cuántas repeticiones hace el juicio humano, dando vueltas alrededor de las mismas ideas, sin precisarlas fijamente. Acontece en efecto, que las palabras alma y espíritu traen su entronque propio, en las raíces de las lenguas respectivas, poseen además una significación tradicional que les ha impuesto el uso con la acción del tiempo y finalmente han sufrido diversidad de acepciones por las ideas o mejor por los matices de las mismas ideas, englobados con su expresión, efecto de los esfuerzos empleados para indicar la naturaleza de la realidad anímico.

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