Las alianzas de familia unen por la sangre a pueblos de un mismo origen o se dan entre naciones gobernadas por individuos de una misma familia. Se unieron de esta suerte los primitivos nómadas: y el patriarcado inauguró las alianzas de familia, según demuestran los Vedas, el Antiguo Testamento, la historia toda de Asia y las leyendas escandinavas; de la unión de familias resultó la tribu, y de la de tribus, las naciones.

Estas alianzas fueron permanentes casi siempre y constituyeron naciones. Las hubo también temporales y para fines concretos en los pueblos antiguos.

Las alianzas entre pueblos por los intereses exclusivos de los Jefes de Estados unidos por los vínculos de la sangre, fueron muy frecuentes en la historia hasta que la opinión pública se hizo sentir en el gobierno interior y vida exterior do las naciones.

Deben comprenderse entre las alianzas por las ideas, a juicio de Block, las inspiradas por pasiones, y móviles del orden moral, erigidos en ideas a su vez por la exageración del sentimiento.

El sentimiento parece que anima en este período toda la vida política; el odio, el agradecimiento, la ambición y la fe, inspiran las uniones de pueblos y reyes. La alianza de los reyes berberiscos para dar vida a la piratería, y la de los barones normandos para invadir a Inglaterra, tienen este carácter.

Con frecuencia la pasión de la venganza se sobrepone al sentimiento y al deber religioso, y se unen la cruz y la media luna; mas esto no impide que desde el arrianismo hasta Utrecht y la paz de Wetsfalia esté la política internacional saturada de Teología.

Hoy prevalecen las alianzas de intereses. Hasta las alianzas para hacer la guerra o para evitarla se hacen generalmente a impulsos de la opinión pública reinante en las naciones contratantes, y teniendo en cuenta los intereses nacionales.

Sólo las naciones que viven sometidas al régimen personal se ven arrastradas por sus gobernantes a la celebración de alianzas inspiradas en intereses particulares y, por ende, bastardos.

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