Aeróstatos con globos de cartón y de tela

El cartón tendría grandes ventajas para resolver este problema, no sólo por su módico precio, por la facilidad de su fabricación, por su ligereza, por su solidez, sino sobre todo por su impermeabilidad, si por desgracia no tuviera el grave inconveniente de ser muy alterable por la humedad; casi insensible al termómetro, no puede resistir las variaciones del higrómetro.

Sin embargo, Guyton de Morveau sostiene que si tuviera que hacer un globo lo haría de cartón, formado de hojas de papel superpuestas, a juntas encontradas y encoladas unas a otras, recubiertas de un hidrófugo que le hiciera inalterable a las variaciones de humedad.

Por este medio, asegura Guyton de Morveau, se tendrá una envolvente impermeable, inalterable al aire, muy ligera, fácil de construir y de gran tenacidad; pues un cartón compuesto de nueve hojas de papel necesita un peso de 18 kilogramos para romperse, mientras que la resistencia del cobre en igualdad de resistencia sólo era de 14 kilogramos.

A pesar de estos experimentos de Guyton de Morveau, los globos de cartón no han prosperado.

Los aeróstatos se han venido construyendo, hasta el sitio de París, de tela de seda o algodón enlucidos con capas de barniz de aceite de linaza cocido con litargirio. Estos globos podían hacer un largo viaje; pero no era posible guardarlos hinchados algunas semanas, y mucho menos meses, porque el gas se escapaba al través de los poros de la tela y el aparato quedaba inservible.

Después de muchos ensayos y tanteos, Giffard construyó un tejido sólido e impermeable, que hoy por hoy, con ligeras variaciones, pero conservando el principio, es la última palabra en la construcción de las envolventes de los aeróstatos.

Se forma esta tela de capas superpuestas y alternadas de tejidos y caucho natural y volcanizado. La envolvente así formada se cubre con un barniz, extendido sobre una muselina, que impide el contacto directo de ésta y del caucho volcanizado.

Se completa esta envolvente dándole por el exterior una mano de pintura de cloruro de zinc. Esta cubierta así formada tiene la inmensa ventaja de reflejar los rayos del sol y hacer al globo casi insensible a las variaciones termométricas.

Los resultados obtenidos por Mr. Giffard han sido notables. Un globo de 12 000 metros cúbicos, construido en Londres por Mr. Giffard con arreglo a este procedimiento, permaneció más de un mes sin pérdida sensible de gas.

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