Adulteración del azafrán

Para adulterar el azafrán se utiliza el esparto bien machacado y reducido a suaves, delgadas y cortas hebrillas, que después de teñidas se mezclan con el verdadero azafrán: los filamentos de las flores del cardo; las flores de la caléndula y del cártamo, del alazor o azafrán romí o bastardo y hasta las fibras de carne del cabello desecadas y teñidas.

Otra de las sustancias empleadas para avivar el color de esta materia tintórea, a la vez que para aumentar su peso, es el aceite. Para conocer este fraude no habrá, más que colocar dicha sustancia entre papeles y prensarla con una plancha caliente, en cuyo caso quedará estampada en el papel.

La mezcla del azafrán añejo, disipado y sin color, con el fresco, es otra de las adulteraciones empleadas, la cual se conoce en lo oscuro de su color, en que tiñe poco el agua y apenas tiene olor ni sabor, y si se masca y paladea tiñe muy débilmente la saliva.

Por último, la mezcla más fraudulenta y más comúnmente empleada hoy, porque es la que aumenta más el peso, es la que se verifica con tierras y materias minerales finamente tamizadas; habiendo llegado la codicia al extremo exagerado de mezclarlo con arenas del mar y hasta con el cremor tártaro. Esta adulteración, que los no prácticos difícilmente reconocen a simple vista, se hace patente, poniendo a macerar en agua el azafrán, pues las partículas minerales se van depositando en el fondo de la vasija, o bien quemando una porción de la partida sospechosa, que en la incineración de los materiales térreos acusará la existencia de éstos.

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