Administración espiritual y temporal de la Iglesia

Sentada la distinción entre las cosas espirituales y temporales y su administración respectiva, hecha por San Pedro, viene la clasificación de aquélla según la naturaleza respectiva de éstas.

Son cosas espirituales los sacramentos, la predicación y enseñanza, la declaración del dogma y explicación de la doctrina, y la imposición de censuras, el culto y el ejercicio do la jurisdicción en estas cosas que son exclusivamente suyas.

Son propias de la administración temporal, pero propias de la Iglesia, sus bienes, rentas, predios rústicos y urbanos que se dicen espiritualizados por la dedicación a Dios, los beneficios en la parte material de su adjudicación de rentas, no en la del oficio, templos, casas, seminarios, cementerios, legados píos y otras cosas materiales a este tenor.

Aun en éstas hay que tener en cuenta la distinción de cosas en meramente espirituales, meramente temporales, y mixtas, que se dicen espiritualizadas en algunos casos, en que lo principal es de la Iglesia, pero que en algún concepto pueden estar sometidas al Gobierno, aunque sea infiel, en razón del orden público.

Si la división de la administración en espiritual y temporal es importante y necesaria, no lo es menos en este concepto, en razón de lo que se refiere a sus relaciones con el estado temporal conforme a los principios de Derecho público y la variedad que hay en este punto. La Iglesia no sólo es sociedad perfecta, independiente, autónoma y sui generis, sino que es más perfecta que el Estado, más antigua que todos los Estados actuales, más noble que todos ellos en razón de su origen y su fin y más estable y duradera en virtud de la promesa de su divino fundador acerca de la indefectibilidad.

La misión también divina de los gobiernos (non est enim potestas nisi a Deo), es la felicidad y prosperidad material y temporal de ellos y de sus súbditos y eso tiene que procurar con su recta administración.

Subsidiariamente los Estados católicos protegen y secundan a la autoridad eclesiástica. Pero la Iglesia tiene por fin nobilísimo y más alto la salvación de las almas y procurando ésta favorecer al Estado, Procura la moralidad y honradez de sus suborctinados.

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