Acumuladores para utilizar las fuerzas naturales

Este problema tiene verdadera importancia, porque existen fuerzas naturales en cantidades enormes, sin que hasta ahora la industria humana haya podido utilizarlas, ya por no poder recogerlas fácil y económicamente, como en las mareas y en el calor solar, ya por hallarse dichas fuerzas naturales localizadas en los puntos más agrestes y separados de toda vida civilizada, por ejemplo en las numerosas cataratas que estérilmente derrochan cantidades inmensas de fuerza motriz en los más ocultos valles y gargantas de los países montañosos.

Fácilmente podrían recogerse, por medio de ruedas hidráulicas o de turbinas, estas energías físicas que tantos miles de caballos de vapor representan; pero no teniendo medios de transportar el trabajo motor producido a ciudades, fábricas y centros de vida social, todo empeño en utilizar tales potencias naturales hubiera sido completamente infructuoso.

Hoy, merced a los notables trabajos de Mr. Marcel Deprez sobre el transporte de la fuerza a grandes distancias, la cuestión ha cambiado por completo y los acumuladores eléctricos vienen a completar la solución del problema. Porque, en efecto, si el transporte de fuerza vence, por decirlo así, el obstáculo espacio, llevando por el alambre eléctrico la fuerza motriz desde el punto en que es inútil hasta el punto en que puede utilizarse; el acumulador resuelve la otra mitad del problema y vence el obstáculo tiempo, trasportando también, por decirlo así, la fuerza motora desde el instante en que es inútil porque no tiene aplicación, hasta aquel otro instante en que puede ser aplicada.

Se completan, pues, mutuamente ambos problemas para dominar los dos grandes factores de toda acción, de toda vida y de toda existencia, a saber, el espacio y el tiempo.

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