Acueducto Puente de las Ferreras

Llámase en Tarragona Puente de las Ferreras el soberbio acueducto romano que tomaba las aguas del río Gayá, 1 1/2 leguas al N. de la capital, cerca de Altafulla, conduciéndola hacia la parte de la Secuita y por la casa de campo llamada la Tallada, en la cual suponen que residía el curador de las aguas.

Desde su origen seguía por suntuosas galerías y conductos subterráneos hasta el citado puente, que se eleva en una hondonada a una hora escasa al N. de Tarragona, junto a la carretera de Valls, en dos líneas de arcos, unos encima de otros, once en la línea inferior y veinticinco en la superior, todos iguales en abertura; pero en virtud de la vertiente de las montañas, los pilares de los arcos laterales van disminuyendo gradualmente hasta quedar en sus extremos anulados.

Su total elevación desde la parte más honda del terreno es de 23,70 metros, de los cuales 13,65 metros corresponden al cuerpo bajo, los pilares inferiores tienen en su base 3,33 metros por 3,95 metros, y suben en talud hasta terminar bajo una imposte cuadrada de 3,55 metros, encima de la cual se elevan los arcos de 5,70 metros de luz. Los pilares del segundo orden son de 1,90 metros en sus dos dimensiones, y la luz de cada arco 6,72 metros.

La longitud total de la obra es de 217 metros, y la de la parte inferior de 73; su forma es bella y sencilla, al par que graciosa e imponente; está construido con grandes sillares almohadillados, y a excepción de 3 o 4 que faltan en su parte superior central, el todo se halla perfectamente conservado, y el vulgo, a imitación de lo que sucede en muchas otras partes, le llama Puente del Diablo.

Desde esta fábrica queda borrado enteramente el conducto que aparece a mucha distancia en el camino del Ángel, cerca de la capital, en un largo trozo de galería abovedada; y cortado en aquel sitio desaparece del todo. Según la dirección y declive del terreno, el agua penetraría en la capital por las inmediaciones de la puerta del Rosario para distribuirse en varios ramales, desprendiéndose del conducto principal por las afueras otra hijuela cuyos vestigios se manifiestan en el foso junto a la puerta de San Francisco, yendo a parar al puerto; y quizá sería continuación de la misma un trozo de galería subterránea que existe en el glacis del fuerte real y es de creer que continuase al bailo público, porque en aquel mismo sitio se descubrió la entrada de una galería subterránea, fabricada con grandes sillares, de una vara de ancho y una y media de elevación.

Este acueducto fue restaurado en 1781 por el arzobispo D. Joaquín de Santián, bajo la dirección del arquitecto D. José Antonio Rovira, y la obra se terminó en 1798 por el sucesor de aquel D. Francisco Armañá, después de haber gastado más de tres millones de reales. Desde entonces no se ha interrumpido el servicio de la ciudad ni abandonado la conservación del monumento, que en 1855 y 56 fue reparado por orden de la Comisión central de monumentos.

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