Acción fisiológica del acíbar

Las propiedades terapéuticas del acíbar son conocidas desde los tiempos de Alejandro el Magno. Dioscórides, Plinio y Galeno hacen mención de ellas. Se usó en la antigüedad como colagogo en las hemorroides fluentes, en la hidropesía, en la enajenación mental y en las heridas como cura tópica. Alberto el Grande le recomendó contra los vermes intestinales.

La acción purgante del acíbar se presenta ya a la dosis de 0,05 a 0,1 gramo. A la dosis de 1 a 5 decigramos, que es la ordinaria, determina evacuaciones muy frecuentemente precedidas de cólicos, no acuosas y coloreadas por la bilis a las diez o doce horas de su administración o aún más tarde. Ejerce su acción principalmente sobre las últimas porciones del intestino colon descendente y recto. Si se inyecta en el recto mezclado con bilis, ejerce acción purgante. Cuando las dosis son más altas, determinan un estado congestivo de las vísceras abdominales.

El organismo no se habitúa a la influencia de este medicamento. Se ha supuesto erróneamente que la acción purgante del acíbar era debida a la aloína. Los experimentos de Dragendorff y Rondracki han demostrado que esta substancia, administrada a la dosis de 5 a 6 centigramos, no produce efecto alguno.

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