Hay que buscar, pues, la causa de la facultad de acomodación en los cambios de longitud focal del aparato dióptrico anterior. La influencia de la córnea es nula. Observando Young y Haldat con un anteojo micrométrico de gran exactitud, la imagen virtual de un objeto reflejada por la córnea de un sujeto durante estados variables de acomodación, no han comprobado ningún cambio en las dimensiones de aquella imagen, lo que prueba que la superficie de la córnea no se ha deformado lo más mínimo.

Cramer y Helmholtz han confirmado estos hechos. Descartando el humor acuoso y el cuerpo vítreo, enteramente pasivos, vemos que solamente al cristalino puede atribuirse la facultad de acomodación. Por este mismo procedimiento de eliminación llegó Young a atribuir esta función al cristalino, renovando la idea de Descartes sobre la acomodación del ojo por la contracción de las fibras propias de esta lente; pero le faltaba la demostración de estas fibras, que los progresos ulteriores han demostrado no existir.

Cuando el cristalino falta, no hay acomodación. He aquí una observación concluyente debida a Donders. Se trataba de un joven operado con éxito de catarata congénita en ambos ojos. Con lentes de 1/3 colocadas a cinco pulgadas delante del ojo veía redondo y perfectamente limpio un punto luminoso situado a gran distancia. A alguna distancia del ojo y en la dirección de la luz se encontraba un punto de mira fijo. Si haciendo converger los ojos ópticos este joven miraba fijamente el punto de mira con un ojo solo, cubierto el otro por una pantalla, el punto luminoso no experimentaba ningún cambio o a lo sumo parecía más pequeño y más distinto. Pero en cuanto se alejaba la lente o se la aproximaba tan sólo 1/4 de pulgada, el punto luminoso se cambiaba en una pequeña línea recta y no lograba verlo distintamente aun con los mayores esfuerzos. Los cambios en la forma y en la magnitud aparente del punto luminoso coincidían con variaciones en el diámetro de la pupila.

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