Acacia blanca

También se conoce con les nombres de acacia falsa o falsa acacia. Hojas opuestas imparipinadas, de color verde glauco por debajo, consistencia blanda, provistas en las ramillas estériles de estípulas transformadas en espinas agudas y comprimidas. Flores blancas muy olorosas, en racimos densos. Fruto en legumbre de 80 milímetros de largo y 12 de ancho. Es árbol de gran porte, cuyo tronco, generalmente dividido, termina con una copa redondeada, ancha, con ramas extendidas, pudiendo llegar a la altura de 20 a 27 metros, con una circunferencia de 2 a 3 cuando vive aislada. Es planta de gran longevidad. Corteza de color pardo rojizo, con grietas longitudinales, anchas y profundas, separadas por aristas laminares, rugosas. Las raíces son al principio casi verticales, pero se obliteran en seguida produciendo entonces muchas raíces largas y delgadas, laterales e inclinadas, que arrojan muchos brotes.

La acacia blanca es originaria de la América Septentrional, y fue importada en 1601 en Francia por J. Robin, herborizador de Enrique IV, al cual dedicó Linneo su género robinia. Se ha extendido después en casi todas las naciones de Europa, connaturalizándose fácilmente y viviendo con la misma lozanía que en su país natal. En España se extendió en gran escala, durante el período de 1830 a 1840, como árbol de adorno en las calles, plazas y paseos. Exige una temperatura suave e igual. Los grandes fríos matan muchos árboles de esta especie, siendo por lo tanto las localidades más ventajosas para su cultivo las que presentan llanuras o ligeras eminencias. Prefiere y prospera la acacia blanca en los terrenos ligeros, sustanciosos y especialmente en los silíceos abundantes en mantillo. Los terrenos áridos, muy húmedos o excesivamente compactos le son contrarios.

Los métodos de reproducción más seguros y eficaces de esta especie son los de siembra y de sierpes con retoños y brotes procedentes, de las raíces. Florece hacia el mes de septiembre, verificándose la diseminación al finalizar el invierno. Las semillas se quedan adheridas a las valvas de la legumbre, y esto hace que el viento las arrastre a grandes distancias. Antes, pues, de que tenga lugar esta caída natural, de septiembre a octubre, se deben coger los frutos. Se han obtenido por el cultivo bastantes variedades; las más notables son: inermis, piraneidalis, crispa, microphyla, monstruosa, sophorcefolia y tortuosa.

La madera de la acacia blanca es lustrosa, amarilla o amarillo-pardusca, con la albura muy distinta, coloreada de blanco-amarillento. Es además dura, pesada y elástica, durando en los primeros años tanto como el roble. Su resistencia vertical es un tercio más grande que la del roble, por cuya circunstancia ocupa el primer lugar para la fabricación de ruedas. Es preferible también a cualquiera otra para tutores o rodrigones, aros y clavijas destinadas a la construcción naval. Admite buen pulimento, y es buscada para obras de carpintería y tornería. En las construcciones urbanas no suele emplearse, porque no da piezas rectas o bien configuradas. Las ramas viejas se prefieren a las de castaño para aros de tonelería. El combustible que suministra es bueno, por el fuego vivo y sostenido que proporciona, útil para los hornos abiertos.

Las hojas verdes o secas pueden proporcionar tinte amarillo, y utilizarse como alimento para el ganado, cuidando de cortar previamente a tijera las estípulas espinosas. La savia contiene un jugo azucarado, muy semejante al que se obtiene del regaliz, y en las raíces un principio venenoso que produce síntomas análogos a los del envenenamiento por la belladona. Parece que las flores son emolientes, aromáticas y antihistéricas.

En sitios húmedos y años lluviosos ataca mucho a este árbol un pulgón. Cuando vegeta en las inmediaciones del agua padece de ictericia con frecuencia y con la aproximación de los calores amarillea a veces, y cuando éstos son repentinos y fuertes, se secan instantáneamente las hojas, hasta perder su color verde natural.

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