Abortos espontáneos

Madame Lachapelle sólo anota 116 abortos en 21.960 partos; pero esta proporción es evidentemente muy inferior a la realidad. En el dispensario de Westminster se refieren 147 en 515 mujeres embarazadas. Guillemont estima la proporción en 1 por 4, Deubel en 1 por 12, Witehead en 1 por 7 y Hufeland en 1 por 10 para las solteras y en 1 por 20 para las casadas.

Las dificultades para hacer estadísticas demostrativas son insuperables. Lo que puede afirmarse es que el aborto, más frecuente en los cuatro primeros meses, puede pasar desapercibido cuando ocurre muy al principio, siendo considerado como una menstruación profusa y dolorosa. En los primeros días del embarazo, estos síntomas son naturalmente muy poco apreciables: el huevo, desprendido, cae envuelto en un coágulo voluminoso de sangre; y si esto acontece en la época menstrual, la expulsión del feto pasa completamente inadvertida.

En época más adelantada, los síntomas sea más perceptibles. El aborto se anuncia, cuando resulta de una enfermedad del huevo o del útero por señales precursoras características.

Calofríos, seguidos de calor excesivo y muy intenso, inapetencia, náuseas, sed viva y constante, ansiedad inexplicable, abatimiento, pesadez hacia el ano y la vulva, dolores fuertes en los riñones, incontinencia de la orina, flujo blanco y seroso en las mamas: tales son los síntomas principales que se presentan cuando amenaza el aborto. La intensidad del dolor en la región lumbar aumenta, el útero se endurece, el cuello del útero se entreabre y aparece una hemorragia signo infalible de un aborto inminente. Si el reposo absoluto y un tratamiento adecuado no vienen a contener la marcha del aborto, el huevo se rompe y el embrión y sus anexos son expulsados: la muerte del feto precede siempre, en estas circunstancias, al aborto.

Bajo el influjo de una causa violenta, los síntomas son diferentes. En muchas ocasiones, el huevo es violentamente expulsado en el momento mismo del accidente, o poco después, y acompañado siempre de una hemorragia, más o menos abundante. Otras veces, la madre no experimenta más que un dolor de riñones, pasajero y violento, que se reproducirá al cabo de algunos días más violento aún, acompañado de dolores uterinos y de hemorragia anunciadora de la inminencia del aborto. Si la hemorragia y el trabajo expulsivo no se contienen, el feto es, al fin, arrojado de la matriz. En este caso, el feto suele ser hallado vivo, ya sano, ya afectado de lesiones diversas resultantes del accidente.

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